sábado, 28 de noviembre de 2009

Historias detrás de la plaza

DORA Y CARMEN: “NOSOTRAS NO SOMOS SOCIAS, SOMOS AMIGAS”

En una primera charla, cualquier caminante se entera de que Carmen y Dora son socias. Pero después de 15 años son más que eso. La esquina en la que venden sus pollitos ha sido testigo de las historias de sus familias, de los mejores chismes del pueblo, de las tristezas y alegrías de las dos. Es así como miles de pollos las convirtieron en las mejores cómplices y compinches, en compañeras de vida.

EL SEÑOR VIDAL

Su bigote de Pancho Villa y una cerveza que parece ya parte de su cuerpo lo hacen inconfundible. (Es verdad, ¨todo héroe merece una Pilsen¨). Pocos conocen su nombre, pero todos en el pueblo saben quién es el Señor Vidal, el gallero. Hace ya varios años, éste se dedica a las peleas de gallos. Los mismos años que lleva yendo a La Plaza a encontrarse con sus amigos y compadres a echar pola y caminar por ahí demostrando quién es el que manda.

LUIS: FRUTAS Y PROMESAS

Don Luis va todos los días a las 3 de la mañana a la plaza de Corabastos en Bogotá a escoger él mismo las frutas y verduras que venderá en el día. En domingo, durante nueve semanas seguidas, el segundo viaje del día tiene un objetivo muy especial. En la iglesia del 20 de julio lo espera el Divino Niño, literalmente con los brazos abiertos, pues Luis y su familia tienen una petición muy especial, muy de ellos.

EDGARDO: MÚSICO MECÁNICO

Edgardo es constructor y mecánico. Y, como si fuera poco, también es cantante. En realidad, él se considera mpas cantante que cualquier otra cosa porque esto es lo que le nace del alma. En los viejos tiempos, se reunía con dos amigos a tocar desde rancheras, pasando por boleros hasta bambuco, vallenato o trovas para amenizar las fiestas y celebraciones de La Calera. En la vida pocas cosas lo alegraban tanto como cantar una serenata… Aunque el grupo ya no existe y él se dedica de lleno a la mecánica, las notas siguen corriendo por sus venas y según él, su vida “es el positivismo.”

LINA: MAZORCA FAMILIAR

A pesar de venir de una familia muy católica, Lina, de 22 años, cree más en la Unión Libre que en el matrimonio. Todos los domingos va a Bogotá con su suegro a comprar las 300 mazorcas que vende después en la plaza de la Calera a $1700 cada una, siguiendo la tradición familiar que comenzó su abuela. Pero su vida y mayor orgullo son sus hijos Johan Alexander y Natalia, con quienes comparte durante toda la semana. Lo más importante de su unión libre es que su familia ha crecido, pues ahora la familia de su compañero es la suya y lo mismo pasa con la de ella.

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